Éric Vernhes, París, 1966.
Después de completar su diploma en arquitectura impartido por Paul Virilio, Eric Vernhes comienza a trabajar en producción cinematográfica junto a Anatole Dauman en Argos Films. Dauman invita a Vernhes a escribir algunos de sus primeros proyectos documentales y de ficción. Entre ellos, “Le théâtre amateur”, seleccionado por la Cinémathèque Française para su ciclo “Cien años de cortometrajes”, así como el largometraje “Le Grand Projet”, ganador del premio Michel d'Ornano en el Deauville 1996. Festival de Cine.
Al lanzar la productora “Les Productions Polaires”, Vernhes considera el cine como una forma de arte central y profundiza en todas sus facetas, desde la escritura del guión y el montaje hasta la dirección y la creación de sonido. En busca de aproximaciones más intuitivas al medio audiovisual, recurre al vídeo experimental, implementando herramientas digitales que condensan el proceso de edición, renderizado sonido-imagen y proyección en un solo acto. En compañía de músicos de improvisación como Serge Adam, Benoit Delbecq, Marc Chalosse y Gilles Coronado, Vernhes crea actuaciones que generan simultáneamente imágenes digitales y música. Estas actuaciones son interactivas o dependen de una producción improvisada única de imágenes creadas por una interfaz de programación específica. El desafío de este trabajo es formular un nuevo lenguaje cinematográfico, dictado únicamente por la intuición y el momento presente.
En esta época, Vernhes también trabaja en proyectos teatrales, en los que se integran imágenes desde las primeras etapas de la escritura (en colaboración con Irène Jacob, Jean-Michel Ribes...), así como en algunos proyectos para la escena del rock (con Rodolphe Burger, Alain Bashung…).
A partir de 2008 comienza a trabajar en instalaciones y arreglos audio-cinemáticos, cuyas performances son programadas mediante lógicas autogeneradoras, interactivas o híbridas. Desarrolla así una firma artística completa y decididamente humanista. Extraídos de su contexto técnico, los procesos digitales utilizados por el artista relatan una narrativa atemporal inspirada en la literatura y la filosofía. En su estética sofisticada y el uso de materiales raros y de alta calidad, las piezas de Vernhes trascienden los tecnicismos de ingeniería de su programación, explorando en cambio el gesto humano de la creación. El artista también ha construido varias piezas de antropoides cuyas estructuras autopropulsadas se fusionan con la percepción consciente del espectador para crear una performance simbiótica.
Eric Vernhes ha sido expuesto en diversas ferias de arte, centros y fundaciones internacionales, su obra forma parte de varias colecciones privadas y fundaciones, entre ellas la Fundación Hermès, la Fundación Frankel y la Fundación Artphilein. También es profesor de arte de nuevos medios.
Obra en la colección: De Notre Nature
De Notre Nature, 2013
De Notre Nature está inspirado en el Libro II de «De rerum natura», de Lucrecia. Este poema en latín, escrito en el siglo I a.E.C., es una traducción de la doctrina atomista desarrollada por Epicuro unos dos siglos antes.
El libro II gira en torno a la física atómica y la constitución de los cuerpos: según la doctrina epicúrea, la materia está compuesta de partículas indivisibles a las que llama «átomos». Estos átomos se mueven aleatoriamente en el vacío y pueden combinarse para formar agregados de materia que pueden encarnar tanto a un hombre como a cualquier objeto.
En este marco materialista, Lucrecia plantea el concepto de «clinamen»: una desviación, una desviación espontánea y aleatoria de los átomos de su caída vertical al vacío, lo que les permite chocar y generar materia. De esta mecánica atómica, Epicuro deduce la ausencia de determinismo divino y la prueba de la existencia de nuestro libre albedrío.
Eric Vernhes representa esta visión cosmogónica a través de una instalación compuesta por una columna coronada por una bandeja dorada que contiene bolas y una pantalla de espejo a pocos pasos de la columna. A medida que el espectador se acerca, la bandeja que contiene las canicas -una representación de los átomos de la doctrina epicúrea- comienza a oscilar. Las bolas ruedan y chocan entre sí, generando una «onda» sonora. Simultáneamente, aparece en pantalla una frágil imagen del espectador como si fuera generada por el movimiento de las «partículas» en la bandeja.